Por: Aramis Fernández Valderas y Daisy Martín Ciriano (Museóloga)
Aún se recuerda en las sitierías de Cabaiguán muchas costumbres que se
practicaban años atrás. Algunas de ellas se han perdido y otras hasta
causan cierta jocosidad al analizarlas en la actualidad. Lo cierto es
que esas costumbres o creencias formaron parte de nuestros hábitos y
muchos ancianos y menos jóvenes la recuerdan y aún practican.
La Semana Santa siempre tuvo sus
regulaciones diarias y por lo general todos los campesinos las respetaban.
Desde el jueves Santo se tomaban provisiones para no incurrir en
acciones indebidas al día siguiente. Se tenían en cuenta la selección de
los alimentos, se hacía la limpieza de la casa y no se preparaban
acciones de sacrificio de animales o de duras faenas, para ellos el
Viernes Santo era un día de tranquilidad y si por necesidad debían
barrer la casa lo hacían antes de las 10 de la mañana y con escobas
implementadas con ramas de escoba amarga, de no hacerlo de esa manera
corrían el riesgo de que la casa se inundara de hormigas.
No se acostumbraba a cortar madera ni verde ni seca, por lo que la
leña para cocinas se rajaba desde días anteriores y nada de comer carnes
rojas.
A los niños se les explicaba que debían mantenerse más tranquilos que
nunca. Siempre coincidía el florecimiento de árboles, las revueltas de
viento y hojarascas y la lectura frecuente del almanaque o calendario
que traía en el reverso del día y la fecha el nombre del Santo
correspondiente a cada día, así como frases educativas y de creencia.
Hoy con el decursar del tiempo vuelve a retomarse la celebración y
así la Iglesia local realiza sus ceremonias, mientras que los centros de
trabajo recesan sus actividades.
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