El humor sobrevive a la muerte de Beltrán

 Por: Aramis Fernández Valderas y Daisy Martín Ciriano
Sepelio de Feliberto Beltrán
Fue Feliberto Beltrán Valdés un vivo ejemplo del campesino cubano que se desarrolló durante los primeros años del siglo XX, con un marcado nivel de desigualdad entre el campo y la ciudad. Aunque siempre se rodeó de recursos que le permitieran no llegar a ser un guajiro bruto.
Fue un hombre serio, cumplidor y afable; pero muy suspicaz y vivaracho, aparentando inocencia ante las situaciones jocosas. Este sentido picaresco fue en ascenso con el decursar del tiempo y hasta quienes más cerca estaban de él solían, no pocas veces,
ser víctimas de sus “ocurrencias” y “maldades“. Los pobladores de Cabaiguán aún recuerdan sus anécdotas y no olvidan a uno de sus personajes más populares.
Precisamente muchos de los que acompañaron a la familia aquella noche del 19 de mayo de 1975, en la capilla A, de la funeraria municipal recuerdan que dentro de los amplios salones o en el jardín, se escuchaban entre otros murmullos, breves estallidos de risa, rememorando tal vez, alguna de sus anécdotas o intercambiando las más recientes, siendo éste, uno de los más dignos homenajes de su pueblo.
Su entierro se deslizó por la amplia calle Valle que se inundó de amigos y familiares que lo acompañaron en un susurro hasta su último descanso. El pueblo que le vio nacer le daba su último adiós, convencido de que su recuerdo perduraría a través de los años.
Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, aún se le recuerda y cada día se enriquecen más sus anécdotas y se narran de diferentes maneras, pero siempre sobresale en ellas, el par de tenis de gran tamaño y la imagen de la camioneta de dos timones como si el tiempo no le hubiera borrado su brillante color verde y como si en su volante, aun fuera, el mismísimo guajiro de El Purial.

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