Sepelio de Feliberto Beltrán |
Fue un hombre serio, cumplidor y afable; pero muy suspicaz y vivaracho, aparentando inocencia ante las situaciones jocosas. Este sentido picaresco fue en ascenso con el decursar del tiempo y hasta quienes más cerca estaban de él solían, no pocas veces,
ser víctimas de sus “ocurrencias” y “maldades“. Los pobladores de Cabaiguán aún recuerdan sus anécdotas y no olvidan a uno de sus personajes más populares.
Precisamente muchos de los que acompañaron a la familia aquella noche del 19 de mayo de 1975, en la capilla A, de la funeraria municipal recuerdan que dentro de los amplios salones o en el jardín, se escuchaban entre otros murmullos, breves estallidos de risa, rememorando tal vez, alguna de sus anécdotas o intercambiando las más recientes, siendo éste, uno de los más dignos homenajes de su pueblo.
Su entierro se deslizó por la amplia calle Valle que se inundó de amigos y familiares que lo acompañaron en un susurro hasta su último descanso. El pueblo que le vio nacer le daba su último adiós, convencido de que su recuerdo perduraría a través de los años.
Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, aún se le recuerda y cada día se enriquecen más sus anécdotas y se narran de diferentes maneras, pero siempre sobresale en ellas, el par de tenis de gran tamaño y la imagen de la camioneta de dos timones como si el tiempo no le hubiera borrado su brillante color verde y como si en su volante, aun fuera, el mismísimo guajiro de El Purial.
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