Por: Aramis Fernández Valderas
Cada día, los ratones y los liliputienses dedicaban el tiempo en el
laberinto a buscar su propio queso especial. Los ratones, Fisgón y
Escurridizo, que sólo poseían simples cerebros de roedores, pero muy
buen instinto, buscaban un queso seco y duro de roer, como suelen hacer
los ratones. Así cuenta Johuson Spencer en su libro ¿Quién se ha llevado mi queso?
Los trabajadores por cuenta propia en
Cabaiguán, en su mayoría andan
detrás del queso de otros, quieren hacer
fortuna a costa del necesitado, pero sin desgastarse en el proceso de
trabajo.
Gran parte de sus establecimientos abren solo durante las mañanas, en
el caso de los elaboradores vendedores de alimento, no sacan la cuenta
de que la población también se alimenta durante la tarde y la noche.
En los talleres particulares para reparar averías de equipos, muy fácilmente encuentras un cartel que dice: “Venga mañana, hoy no prestamos servicios”. En la mayoría de ellos no existe el trato debido y las demoras en los arreglos pueden ser de semanas.
Todos los expendedores venden lo mismo, caramelos no fabricados por
ellos, pan con jamón, refrescos naturales o agua de chirre, como me dijo
un amigo. No son creativos para negociar con el público y cada día dan
menos, pero a mayor precio.
De seguir como van nuestros cuentapropistas les auguro un futuro
negro y con pespuntes grises. Después no se quejen de que no venden y no
le echen culpas hasta los santos y los muertos. No vende por ser poco
creativos, por desatender el negocio, por no tener la higiene
suficiente, por no inventar nuevas maneras de ofrecer las mercancías.
Y pregunto: ¿con tantos salideros y tan malas que están las
conexiones hidráulicas en gran parte de las viviendas de Cabaiguán se
compra tan poco de estos aditamentos en los catres? La respuesta está en
el precio, bájenlo para que vendan más.
Si nos movemos a lo que llamo ranchería, allí frente al parque
infantil, existe variedad de mercancía, la gestión de venta es mayor,
pero coexiste el acoso al cliente. En eso también deben mejorar, aunque
si algo bueno tienen, es que te orientan, mira aquí no tengo la
mercancía, aquel que puede tenerla, pero también deben aprender a
negociar, y no me refiero a convoyar.
¿Qué tal si usted va a buscar un disco de corte, que lo paga bien pago y ese comerciante le dice: Vaya hermano de contra le doy una ratonera.
El individuo se fue con el disco y su ratonera, que seguro le hace
mucha falta, va y la coloca en otro sitio por cuenta propia y no caza a
un guayabito pero si a un ratón de dos manos que trata de llevarle su
queso.
Muchos comerciantes por cuenta propia están abocados a la quiebra por
no intentar cambiar en la presentación del producto, calidad de la
oferta, amabilidad con el cliente, rapidez, garantía, disminuir los
precios y trabajar denodadamente.
A ustedes cuentapropistas, les doy un consejo extraído del libro ¿Quién se ha llevado mi queso?
Escucha: “¡Disfruta del cambio!, saborea la aventura y disfruta del
nuevo queso” y “Prepárate para cambiar rápidamente y disfrutar otra vez,
el queso se mueve constantemente”.
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