Lo común que hace la diferencia; eso es identidad
Por: Aramis Fernández Valderas
Se es dichoso cuando un elemento de donde se nace sirve como hilo conductor de la nostalgia cuando se anda lejos y causa alegría cuando se está cerca.
Que nos hiciéramos los cabaiguanenses, si un día desapareciera de pronto el paseo, el parque quedara sin árboles y sin el busto de Martí señoreando el centro de la plaza, si se torciera
la calle Valle o arrancara de cuajo el parque infantil Serafín Sánchez.
Pensaríamos que no estamos en este pueblo sino en otro, nos equivocaríamos en las noches de calor intenso, iríamos a tomar el fresco de los árboles del parque, sin recordarnos que ya no están.
¿Qué sucede con los que están fuera de Cabaiguán?, Según nos cuentan muchos de ellos la nostalgia es inmensa, hasta el perrito callejero se extraña, se extraña todo, el majestuoso cine, la esquina de la Revoltosa, el bar Gallito, el Hotel Sevilla, el Chalet de Fortín.
Son innumerables los lugares que de una u otra forma se van conformando en el aspecto identitario de la ciudad, no tienen que ser obligadamente de uso cultural, sino cotidianos, como lo es el puente de los buenos, donde se despiden los duelos, el cementerio local, la terminal de trenes.
Cuando el pito de la refinería no suena a su hora, la gente del pueblo se preocupa y si suena más de lo debido se alarma, ese sonido es parte integrante del cabaiguanense, lo necesita cada ser humano de aquí, hay quienes no miran el rejoj en las mañanas y el quejido de la industria viene a ser como el corrientazo para recordarle la salida al trabajo o al estudio. Cada lugar emblemático, cada aspecto que te marca el corazón engrandece los horizontes de tu pueblo.
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