Un Santo abraza el lienzo



Por: Aramis Fernández Valderas
Quiero pintar dijo un día Yenier Santos a su progenitor, el consagrado cabaiguanense en ese arte de manejar pinceles Julio Santos, quizás cuando hizo el reclamo,  apenas el niño tendría unos cuatro años, pero la rutina diaria del hogar le hacía ver a diario lienzos y oleos en cualquier sitio donde dirigía la vista.

Sin pensarlo, el padre tomo el reclamo como una orden y confeccionó un pequeño atril, le donó parte de los medios con que contaba y el más bizoño de los santos  garabateaba a su gusto  las cartulinas, papeles y hasta algún que otro retazo de lienzo.


                          

Desde aquel inicio hasta la fecha han transcurrido quince años, el pequeño se convirtió en joven, pero el interés por ser un creador de las artes plásticas se eleva a diario, tutorado por el pensamiento y guía de Julio, quien no intenta imponer en Yanier su modelo, porque cada cual ve el mundo de una manera diferente  y se expresa sobre este con concepciones diversas.

                                                                

Los estudios en la escuela de instructores de arte ubicada en el municipio de Cabaiguán, le posibilitaron al joven perfeccionar la teoría y la práctica así como apropiarse de una técnica para el supuesto mensaje que cada pintura lleva al espectador.

                         

Yenier Santos involucra su pintura con una especie de secreto a voces, los rasgos físicos casi exactos de los retratos, le inclinan a la línea de la figura humana, pero no desecha el amor por el paisaje, el mundo abstracto ni el surrealismo.

                                                                    

Con algunas exposiciones personales en el municipio, otras colectivas en la provincia, la selección de parte de sus cuadros para la graduación nacional celebrada en la Habana en la Ciudad Deportiva, y una muestra junto a su padre en México, comienza a trillar un camino que al parecer estará cargado de luz y superará la trayectoria de Julio, quien aún sigue donándole pinceles, cartulinas, aunque a diferencia del principio le sede los mejores lienzos.


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