Quiero
pintar dijo un día Yenier Santos a su progenitor, el consagrado cabaiguanense
en ese arte de manejar pinceles Julio Santos, quizás cuando hizo el
reclamo, apenas el niño tendría unos
cuatro años, pero la rutina diaria del hogar le hacía ver a diario lienzos y
oleos en cualquier sitio donde dirigía la vista.
Sin
pensarlo, el padre tomo el reclamo como una orden y confeccionó un pequeño
atril, le donó parte de los medios con que contaba y el más bizoño de los
santos garabateaba a su gusto las cartulinas, papeles y hasta algún que
otro retazo de lienzo.
Desde
aquel inicio hasta la fecha han transcurrido quince años, el pequeño se
convirtió en joven, pero el interés por ser un creador de las artes plásticas
se eleva a diario, tutorado por el pensamiento y guía de Julio, quien no
intenta imponer en Yanier su modelo, porque cada cual ve el mundo de una manera
diferente y se expresa sobre este con
concepciones diversas.
Los
estudios en la escuela de instructores de arte ubicada en el municipio de
Cabaiguán, le posibilitaron al joven perfeccionar la teoría y la práctica así
como apropiarse de una técnica para el supuesto mensaje que cada pintura lleva
al espectador.
Yenier
Santos involucra su pintura con una especie de secreto a voces, los rasgos
físicos casi exactos de los retratos, le inclinan a la línea de la figura
humana, pero no desecha el amor por el paisaje, el mundo abstracto ni el
surrealismo.
Con
algunas exposiciones personales en el municipio, otras colectivas en la
provincia, la selección de parte de sus cuadros para la graduación nacional
celebrada en la Habana
en la Ciudad Deportiva,
y una muestra junto a su padre en México, comienza a trillar un camino que al
parecer estará cargado de luz y superará la trayectoria de Julio, quien aún
sigue donándole pinceles, cartulinas, aunque a diferencia del principio le sede
los mejores lienzos.
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