Por: Aramis Fernández Valderas
Deslizan las finas manos por la tabla de enrolar, como las
experimentadas pianistas por el teclado, toman las hojas de fortaleza
uno, las arrugan, colocan a su lado otra similar tipo dos, al centro la
tres, comienza, el difícil arte de torcer habanos para la exportación,
más puros por las caricias de las mujeres, escinden las rabizas,
envuelven la tripa con el capote, dan un corte con chaveta, lo colocan
en el molde.
Media hora después, con la dulzura que velan el sueño de sus hijos, las
torcedoras desprenden la vena de la capa, ciñen el bonche prensado, montan la perilla y cercenan la parte posterior del Prominente.
Así lo aprendieron de sus padres, ellos dejaron la huella en las hijas, el oficio se trasmite de generación en generación, son herederas del legendario oficio en la fábrica de tabacos Alfredo López Brito de Cabaiguán donde no piensan en la jubilación.
Las mujeres, más del 50 por ciento del total de la plantilla, hacen la competencia a los hombres, de reojos se miran, mientras las chavetas se mueven a un ritmo ascendente durante las largas jornadas.
Las hay con 40 años entre capas y capote, también las aprendices, estas siguen paso a paso a las de mayor experiencia, ninguna levanta la vista de las tablas de enrolar, miman las capas, arrugan las fortalezas, envuelven la tripa con el capote da un corte de Chaveta y los colocan en el molde, se repite el ciclo pronto nacerá otro preferido de Cuba mas puro por las caricias de las mujeres.
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