Por: Aramis Fernández Valderas
El matrimonio es una institución social que crea un vínculo conyugal entre sus miembros. Este lazo es reconocido socialmente, ya sea por medio de disposiciones jurídicas o por la vía de los usos y costumbres.
De acuerdo a criterios catecistas “El Matrimonio fue instituido por Dios cuando creó al hombre y a la mujer. Para los cristianos, Jesucristo lo elevó a la dignidad de sacramento; un sacramento que da a los esposos una gracia especial para ser fieles una al otro y santificarse en la vida matrimonial y familiar”.
Pero para muchos cabaiguanenses es cásate hoy y divórciate mañana, es estar en concubinato cierto tiempo, es estar casado con una mujer y ser el querido oficial de otra, hace un tiempo era la vía para reservar en un hotel por moneda nacional.
Hay muy poca seriedad con respecto al matrimonio, que no solo existe para los que estén casados por lo civil o la iglesia o por ambas instituciones, sino también para aquellos que nunca han firmado papel alguno pero que viven unidos por muchos años.
También existen y está muy de moda los casamientos por separado, o sea, una pareja se casa y cada uno de los miembros reside en la casa de los padres y se ven de vez en cuando porque ninguno de los dos tiene espacio para habitar.
Los tiempos cambian, y miren si cambian que el catecismo en algún momento, y el código civil también, tendrán que modificarse a causa de la probabilidad real del matrimonio entre iguales del mismo género y no lo veo mal, si al fin y al cabo se aman y ese amor es clandestino, nada mejor que oficializarlo y que cada cual elija. Eso es respeto a la diversidad.
Pero trátese de lo que se trate, y cásese con quien quiera y como quiera ambas partes de ese matrimonio debe asumir las funciones que ello conlleva, como la atención y dedicación de uno al otro, la igualdad de derechos, la crianza de los hijos y el respeto para que funcione como una unidad social ya sea materialista o cristiana.
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