Por: Aramis Fernández Valderas
Se vuelve sobre lo mojado. Una intensa campaña contra el Aedes aegitis
viene desarrollándose desde hace muchas semanas en Cabaiguán y el
insecto sigue volando y picando. Desde hoy vuelven a resonar los tambores, una operación jamás vista en el territorio, según se cuenta, desandará casa a casa en busca del criminal.
Espero que la chapea contra el mosquito sea a ras de tierra, llegue a
la totalidad de
los inmuebles, los patios, las calles, donde el agua
encharcada, no es la bendita y si refugio seguro para el ciclo de vida
de los zancudos.
No puede existir la confianza a la respuesta de las preguntas de los
operarios: ¿Los tanques de arriba, están tapados?, seguro le dicen sí.
Los trabajadores de la campaña no se pueden confiar. Ojo hace fe.
Existe abundante literatura relacionada con las epidemias. Luís
Miguel Guerra en La peste Negra recoge como ante los devastadores
efectos de la peste negra, que asola Europa a mediados del siglo XIV, el
papa Clemente VI convoca un concilio de médicos para tratar de acabar
con la pandemia. Ahmed, un árabe cordobés, Moisés un judío catalán y el
católico florentino Doménico Tornaquinci, serán los encargados de seguir
una pista sobre un remedio que parece curar la peste y que está
teniendo éxito en un pueblo de España”.
Aquí no hay que traer galenos de ninguna parte y la pista a seguir es la
del mosquito. Ah pero no siempre se hace bien, no todos cumplen bien,
hay muchos que se creen inmunes al aguijonazo, en la confianza, está el
peligro reflejado en dengue, chikungunya y el Zika.
Aquella peste que imaginó Gabriel García Márquez en la novela Cien
años de soledad; hizo que Aureliano Buendía un día olvidara el nombre
del pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales y, para
corregir aquel primer hueco en su memoria, se le ocurrió marcar cada
cosa con el nombre respectivo.
La peste del olvido, tal vez sea la principal causa que año tras año
tengan que activarse las bazucas, esta vez con fuerza sorprendente. Debe
marcarse cada cosa y a los responsables, porque el descuido, la falta
de previsión y otras burlas al peligro hacen posible que el mosquito
siga volando.
Un nuevo llamado a la conciencia, nunca está demás, un nuevo pedido
por la eficiencia tampoco. Vale más que nuestros ojos lagrimeen a causa
de la humareda, que por los enfermos y muertos infestados por el Aedes.
De todos esperamos el cabal cumplimiento de esta tarea de masas, nadie
está exento del contagio. No se puede volver sobre lo mojado.
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