Por: Daisy Martín Ciriano (Museóloga)
Pablo Sosa Hernández es un cabaiguanense que posee un honroso historial
de servicio a su patria. De origen campesino y de familia humilde
conoció de cerca del hambre, del rigor del trabajo y del poco estudio,
casi ninguno.
En 1934 falleció su padre y tuvo que abandonar sus estudios
primarios. De esta forma se incorporó a trabajar junto a un tío que
tenía un terrenito, posteriormente se incorporó a las escogidas de
tabaco con 15 años y aunque no tenía la edad laboral requerida su
hermana mayor le ponía la tarea a su nombre y así la podía cobrar.
En 1942 fue llamado al Servicio Militar y dentro de éste conoció de
la intervención fascista en Corea y se afilió a la
Joven Cuba. Una vez
concluido el período establecido regresó a su pueblo y aprendió a
conducir. En 1952 trabajaba como chofer de alquiler.
En 1955 se incorporó al Movimiento 26 de Julio junto a Beremundo Paz y
su hermano Roberto, Miguel Rodríguez, Vitalino y Sabino Calero, todos
de la célula de Neiva. Junto a ellos participó en venta de bonos y
distribución de propagandas, reuniones y recaudación de fondos.
Durante este año se desarrolló la huelga azucarera y Pablo participó
junto a Rigoberto Sancho Valladares. Posterior a esta fecha fue
designado Jefe de Acción y Sabotaje en la localidad de Guayos. Entre
otras tareas debía controlar el armamento del campesinado, organizaba y
realizaba sabotajes y acciones de propaganda.
Tuvo participación en la huelga del 9 de abril junto a Mario
Rodríguez y otros compañeros. Tras el fracaso de ésta fue perseguido y
acosado por lo que subió al Escambray y tras la llegada del Che y sus
hombres, se alistó en las filas rebeldes. Participó bajo el mando del
capitán José Ramón Silva en la toma del centro telefónico, el teatro y
el cuartel de Cabaiguán. Pablo Sosa es de los hombres que continuó la
lucha hasta La Habana, llegó a Columbia y allí recibió los grados de
sargento.
Tras el triunfo revolucionario se incorporó a trabajar dentro del
sector de la minería y allí recibió numerosos estímulos y
reconocimientos por su buen trabajo, así por su amplia participación en
las zafras del pueblo.
Otras tareas en la defensa de la soberanía nacional avalan a este
modesto hombre que a pesar de sus años y su lento andar aún mantiene en
su memoria pasajes vividos durante la lucha revolucionaria, antes y
después del triunfo. Hoy con sus 95 años aún muestra con orgullo las
numerosas medallas que ha recibido como reconocimientos a sus servicios a
la patria.
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