Los bailes de salón en Cabaiguán



Por: Aramis Fernández Valderas

Desde el siglo dieciocho, se entroniza por parte de las altas clases europeas, principalmente la francesa los bailes de salón que son  aquellos que baila una pareja de forma coordinada y siguiendo el ritmo de la música. En su origen eran meramente lúdicos y populares y su repercusión social fue de tal magnitud que dio lugar a la creación de salas específicas dotadas de una orquesta y
un pavimento adecuado.

            

Claro está que ese tipo de baile también llegó
a Cuba, donde abundaban los ritmos  para echar un pasillo en pareja y Cabaiguán que aunque tarde nunca se queda detrás y con los brazos cruzados el ocho de enero   de mil novecientos nueve, en el domicilio del señor Rodrigo Pubillones se reúnen un grupo de españoles con el firme interés de constituir la Colonia Española, acordando “proceder sin demora a cuantas gestiones fueren necesarias para la formación, en esta localidad, de una Sociedad de Instrucción y Recreo, de naturales de España y sus descendientes”.

                                            

Y es en la Colonia española, donde comienzan a realizarse los bailes de salón, primero sin muchas condiciones pero después con la regia segunda planta rodeada de espejos que no se donde están ahora, seguro que hay algún Lindoro Incapaz  mirándose en ellos, con lámparas de lujo y un piso que resbalaba como un jabón, los bailadores hacían de las suyas deleitando a los socios de del centro recreativo.

                                                                  

Había que ver las jóvenes y no tan jóvenes parejas en sus evoluciones, a las chaperonas y las suegras con los abanicos echándose fresco en tiempo de frío y a los isleños de bigotes encaracolados y encopetados en los mejores  trajes asistir a lo que era una festividad cotidiana, seria y muy educada.

                             

Si tenemos el danzón, que es nuestro nadie nos lo prestó, el son, el cah cha cha, el bolero y muchos otros géneros bailables y también tenemos una segunda planta de la colonia, claro está sin espejos y con luces opacas, porque no se hace  el esfuerzo, para que mejore ese inmueble y vuelvan los bailes de salón,  no con los pudientes ni las clases altas como antaño, sino con los jóvenes  y no tan jóvenes de hoy que tienen que meterse como un purgante las ofertas de las discotecas baratas y las entradas caras de los centros que operan en divisas: Es hora entre  todos podemos elevar los horizontes de mi pueblo.


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