Por: Aramis Fernández Valderas
Encontrar una calabaza, tomarse un jugo de guayaba o adquirir
hortalizas y vegetales frescos en Cabaiguán ahora se hace menos difícil,
sin embargo su pago agota los bolsillos.
El programa de la agricultura suburbana, abre las posibilidades de
acercar los alimentos a la población prescindiendo de traslados y
trámites burocráticos innecesarios.
Decenas de fincas certificadas ya explotan
el potencial agrícola de las 675 iniciadas en los alrededores de la
ciudad cabecera y las
comunidades de santa lucía, Guayos, Punta Dimante y
Jíquima de Peláez.
Hasta el momento los productos de los finqueros se expenden en casi
un centenar de puntos de venta, algunos de ellos móviles, para lo cual
se emplea la tracción animal y recorren las cuadras del territorio.
Ya los cabaiguanenses, no solo escuchan el pregón del pan caliente,
ahora en cualquier barrio oyes los anuncios de la yuca blandita, el
melón fresco, el tamal de maíz tierno o la pulpa de tamarindo.
Pero, los precios todavía no concuerdan con los bolsillos, y
contrario a los propósitos de los nuevos importes que el estado paga a
los agricultores a partir de este mes de junio, en vez de bajar siguen
subiendo la escalera.
Para que la agricultura suburbana se sienta con mayor incidencia en
los residentes del municipio, no se podrá seguir la venta del boniato a
$1.90 la libra, ni el puñado de yuca a diez; los importes deben
ajustarse a los costos, una libra de fruta bomba no cuesta producirla un
peso pero hay que comprarla a tres y morir con el carretillero.
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