Por: Aramis Fernández Valderas
Los elaboradores y vendedores de alimentos ligeros por cuenta propia
en Cabaiguán, parecen tomar la herencia negativa de la empresa de
comercio y gastronomía al no interesarles mucho la calidad de los
servicios y las mercancías que estos expenden.
Aunque existen excepciones, que deben ser la regla, por el buen trato y la presencia
de los
comestibles, la mayoría esta montada en el barco de la chapucería, y
esto atenta no solo contra sus bolsillos sino con la satisfacción del
consumidor.
Batidos, cargados de agua, helados sin sabor, panes ácidos, bajo peso
de los productos, empanadas escasas de sal; se unen a la presencia de
perros callejeros en las cercanías de los pequeños negocios, al mal
porte de los vendedores y la inexistencia de un marketing adecuado.
Esta claro que si estas dificultades existen, hay otra peor. El débil
control de los inspectores, muchos se hacen de la vista gorda y dejan
pasar las deficiencias a cambio de una pizza o un bocadito.
En Cabaiguán están dadas las condiciones mínimas para cambiar el
panorama de los elaboradores y expendedores de alimentos ligeros, pero
no se debe dejar para luego lo que debe arreglarse hoy.
En esta tarea, el control es necesario, la exigencia imprescindible,
los cuentapropista tienen que abrir los ojos y no ganar timando al
cliente; al fin y al cabo para ellos los más importantes son quienes a
diario se acercan a sus mostradores y no aquellos que se alejan.
La cuenta da sin desfalcar a la población y da mucho más, si el
trato, la presencia y la calidad se unen para satisfacer las demandas de
los compradores, de lo contrario esta variante de trabajo, morirá antes
de alcanzar la mayoría de edad.
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