Los quince, ¿Festividad o duelo?



      Por Aramis Fernández Valderas
Cuando mi madre cumplió los 15 allá por los años de ñañaseré , en la mayoría de las familias cubanas la festividad pasaba por debajo de la mesa, la situación económica era dura y nadie podía gastarse cuatro kilos en un día para que la niña se sintiera feliz.

Han pasado las décadas, el entorno económico no es nada agradable ni desahogado, sin embargo ahora al menos en Cabaiguán se tira la puerta por la ventana en el festejo de la quince añera.

Si usted saca la cuenta para una fiestecita regular se le escapan a los padres al menos mil pesos en moneda convertible de las manos, o sea unos veinticinco mil de los que valen menos y en el que nosotros cobramos, la alcancía se rompe, pero no da, se vende el puerquito, pero no da, se recuerda a las veinte mil vírgenes que un día se fueron del país a ver si entra alguna calderilla extra y así y todo, no da.

Unas fotos con fondos virtuales, que al parecer se tiran en la luna, cuestan unos cien pesos fuertes, el brindis no se baja de los trescientos, los vestidos, para que te cuento, y el vals, porque ahora se usa el vals, que solo era empleado por los millonarios en el tiempo de mi madre, eso vale una mala palabra de dinero y así y todo bailan el vals.

Cuando pasa la celebración de unos quince, la casa y los bolsillos quedan como cuando ocurre un ataque atómico, es tierra arrasada, los padres tienen una cara de angustia que parecen haber salido de un funeral en vez de una fiesta y hasta los perros están escondidos en algún hueco, no vaya a ser que les toque la pelona como a sus compañeros de patio, el cerdo, los pollos, los guanajos y el canario se salvó porque rompió la jaula.

Amigo, creo que no exagero si afirmo que un cumpleaños no se hace ni reuniendo las monedas de papa y mamá durante cuatro años de sus salarios; por tanto, les aconsejo no competir con nadie en la fiesta de los 15, celébrela, pero hágalo modesto, no exagere y vaya más allá de sus posibilidades, para que no tenga que andar podando todos los árboles del patio y escondiendo las sogas y los cordeles por temor a una reacción fatal cuando suene la contadora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario