El taburete de Abelardo se inclina contre la pared de Yagua, Justa enciende el candil, como ella llama a la chismosa, las gallinas se acuestan, llegan los campesinos desde todos los puntos de la sitiería; las narraciones se hacen dueñas de la noche.
Guijes, ciguapas, diablos, madres de aguas, y brujas transitan por el verbo guajiro, cuentos para pasar la noche, léxico peculiar, leyendas de honda viveza, inocencia de las figuraciones rurales, tradición perdida con la entrada del televisor.
Las andanzas de la tradición oral campesina, recrea al campo cubano hasta la década de los años setenta del pasado siglo, con ellas se despide también la hermandad agraria las visitas de los compadres de Hatico, Cruz de Neiva o el Troncón, pocos aparejan la jaca para llegarse a casa del vecino, pocos hurgan en la mitología agraria de Cuba.
Los tiempos actuales hacen peligrar la oralidad , los Guijes ceden el paso a los superbarios, las ciguapas a las telenovelas, las madres de agua, a la tira de películas, las brujas se van con la escoba a cuesta, nadie les hace caso.
Cuentan que cuentan las lenguas, sobre todo las más veteranas, que en el charco de Pedro salen de noche dos perros que se ponen grandísimos. Muchas historias fantásticas de aparecidos corren de boca en boca por aquellos sitios, y no es para menos.
Los hijos y nietos dejamos a un lado los cuentos de muertos de Abelardo, la Ceiba de la lechuza, los calderos que caían en la cocina por la magia negra, nos montamos junto con la bruja sobre la escoba, nos adentramos en el escaso calor humano de las noches campestres que terminan cuando el bombillo se apaga, mientras la chismosa de Justa no recuerda la última vez en que fue encendida.
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