Chongo el ilustre herrero de Cabaiguán

El carbón de piedra, ilumina el pequeño taller, la forja arde, las láminas de metal se tornan suaves, la tenaza en un extremo, la mandarria en la otra, una mano golpea, la otra sujeta el calor es sofocante, esta a punto de salir una herradura, después al depósito de agua y de ahí a maniatar el caballo, tomarle una de sus patas, pasarle le escofina por el casco ajustarla con los clavos, después la otra pata hasta calzar de nuevo la bestia y escuchar el trac, trac, de su andar. Luce entonces más elegante el campesino sobre su cabalgadura.
Chongo descansa la noche, al otro día de nuevo a la forja, las acciones se repiten, los músculos extreman las dimensiones semejante al del  fisioculturistas, porque fraguar herraduras y herrar caballos no es cosa fácil, quién bien lo entiende, sabe que es un arte difícil de aprender y de dedicarle una vida entera a esos trajines de patadas, calores, golpes, y quemadas.
No fue el primer herrero de este pueblo, muchos le antecedieron, pero es sin dudas el más recordado, por no poner reparos en horas, días, noches, ni limitaciones,  lo conocen los cocheros, el guajiro que visitaba el pueblo de tiempo en tiempo,  y tenia como referencia del último viaje aquel en que herró a su caballo.
Pero como todo herrero, Chongo no quedó solo en eso de hacer herraduras, también elaboró rejas; formidables rejas con la misma técnica con la cual formaba el semi círculo para las extremidades del equino, o adornos para paredes,  enchapes de diferentes tipos, el herrero es un artista; bruto, a veces dicen, no estoy de acuerdo, hay que ser inteligente, para tratar con hierros no se emplea solo la fuerza.
Chongo conversaba con los lingotes, los convencía, y ellos lo ayudaban, solo así, lo rústico, se transforma, solo así, las caras femeninas se asoman a los balcones enrejados, y el cantor campesino silva la melodía para que la amada le escuche, entonces, la sobriedad del herrero, se consolida, porque es amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario