Subsiste bordado canario en Cabaiguán

Por: Aramis Fernández Valderas y Daisy Martín Ciriano Cuando de bordadoras perfectas se trata hay que mencionar a la mujer canaria. A través del tiempo su labor paciente y amorosa ha sobresalido entre las bordadoras por su impecable trabajo. Si bien se asegura que el bordado llegó desde España, tal vez de Toledo, Lagartera, o quien sabe, también se asegura que al llegar a Canarias, estas mujeres lo perfeccionaron y convirtieron en un primor. El aprendizaje de esta labor comenzaba desde edades muy tempranas, incluso cuando las niñas aún tenían 6 ó 7 años y se consideraba una preparación ineludible para su vida futura. Con la emigración de la mujer canaria hacia otras tierras, también emigró esta tradición y así llegó hasta Cuba. En Cabaiguán, donde tantas palmeras se sentaron hay una profunda huella y tradición de continuar la práctica del bordado. Un fiel exponente de esta cultura lo es María de la Esperanza Martín Martín, de Tijarafe, en La Palma que trajo consigo en sus maletas varias piezas bordadas que aún atesora su hija como reliquia familiar. Hermosos bordados al matiz rematados con punta tejida a crochet son fiel exponente de cuanto cuidado tenía esta bordadora en realizar cada pieza. A pesar que en su infancia y juventud tuvo que trabajar duramente para subsistir, María del Carmen siempre buscó un espacio para bordar y recordar a su tierra y de ella nunca se apartó, aunque sus raíces y su cuerpo quedaron para siempre en la tierra cubana. Sus mejores piezas sirven hoy para exponer en el Museo y para que las nuevas generaciones de descendientes observen cada puntada y cada toque como seguro camino que las llevará a rescatar y mantener la tradición del bordado canario en Cabaiguán.

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