El torcedor de habanos

De artistas esta hecho el mundo, quien dice que una labor por sencilla que parezca no lleve el arte como el elemento inspirador e incluso motivo de perfeccionamiento de la obra que con las manos hacen los hombres. Entonces sin discusión alguna en nuestras cuadras abundan los artistas, pero quiero referirme a los que desde bien temprano en la mañana, transforman la tripa y la capa en valiosos habanos, símbolo de cubanía y deseados en todo el mundo. Entre las chavetas, tablas y prensas, viven los torcedores, atados a una mesa, con la vista acariciando el color y palpando la suavidad de las hojas que conocen hasta en sueños su procedencia, antes, de vuelta arriba y Vuelta abajo, ahora de Pinar, o Cabaiguán sin restar méritos a otros sitios en los que la prodigiosa tierra también acompaña al tabaquero. Las manos callosas se vuelven tiernas, una y otra vez la pasan por la tabla de enrolar, una y otra vez aprietan para tensar las fibras y hacer desaparecer las hebras, una y otra vez piensan en quienes llevaran la boconada de humo para diseminarla y en el aire escribir el nombre de cuba. Torcer es un arte sin dudas, porque se hace con el corazón, se hace para el placer, se hace para sintetizar un pensamiento abstracto en el que de verdad sabe de la obra es quien la hizo, el resto solo opina, los criterios resultan ser diversos, la mayoría positivos con respecto a la obra aunque el tabaquero sabe que su cuadro puede dañar. En días pasados, me puse a observar a torcedores en la Bauzá, los pasos eran similares, jóvenes y experimentados, hombres y mujeres acuñaban con sellos de oro la dependencia de la calidad y hasta el cerrado de las cajas es arte, es el terminado es el cofre que encierra el sudor de las manos cansadas de la faena pero prestas a despertar mañana para seguir tejiendo habanos y ampliar los horizontes de mi pueblo con el arte de sus manos.

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